El momento fue glorioso, conmovedor: 10 sherpas llegando paso a paso a la cima, asidos de la mano, cantando el himno nepalí. Por décadas, los occidentales, inventores de ese deporte que llamamos alpinismo, fueron los reyes de las montañas. También en el Himalaya, postergando  a los locales como porteadores o, en el mejor de los casos, como guías de altura. Algunos sherpas se hicieron famosos por el camino, como el gran Tenzing Norgay, Lhakpa Tenzing, Kami Rita Sherpa, etc. Fueron pioneros que, poco a poco, reivindicaron el montañismo nepalí; ellos siempre fueron fuertes, aclimatados al terreno. Les faltaba, no obstante, la técnica occidental. Pero nunca más, porque el sábado 16 de enero de 2021, varios equipos liderados por Nirmal Purja (a quien acompañaban Gelje Sherpa, Mingma David Sherpa, Mingma Tenzi Sherpa, Mingma Gyalje Sherpa, Dawa Tenzin Sherpa, Kili Pemba Sherpa y Sona Sherpa) se hacían con el último hito del ochomilismo: lograr la cima del K2 en invierno. 

Atrás quedaron tres décadas de intentos fallidos desde que lo intentara el polaco Andrzej Zadawa en 1987-88. La última tentativa fue la del kazajo Denis Urubko, que se quedó a 7.800 metros de altura en su apuesta de 2003. Hasta hoy.

Foto: Sergi Mingote 

Nirmal Purja, el líder que los sherpas necesitaban

Como gran número de exploradores antes que él, Nirmal Purja salió de las filas del ejército británico. Sirvió en los Ghurkas y en los Royal Marines. Y tras 16 años vistiendo el caqui, rompió filas decidido a hacer algo que le convirtiera en alguien recordado. Se le ocurrió pulverizar el récord en la carrera por los 14 ochomiles; nació así el proyecto «Proyect Possible 14/7», consistente en lograr coronar las 14 montañas más altas de la tierra en sólo 7 meses. Y a pesar de su escasa formación alpinística, lo logró el 29 de octubre de 2019, cuando sus botas hollaron la cumbre del Shisha Pangma; demostró con sus hazaña que la voluntad es más importante que la técnica, batiendo además varios récords mundiales de velocidad en escalada. Y, aunque Purja es un hombre no exento de polémicas, ha mostrado su mejor cara al completar el último gran reto del ochomilismo y hacerlo en unión con otros compatriotas, cantando, en un emocionante performance del buen gusto y del estilo. Más que ningún otro, Purja ha terminado con el ochomilismo, al tiempo que ha reivindicado el liderazgo sherpa en el Himalaya de una vez y tal vez para siempre. 

Cinco héroes caídos

Sergi Mingote, Atanas Skatov, John Snorri, Juan Pablo Mohr y Ali Sadpara. Son los cinco nombres de los que han quedado en el intento. Sus muertes, como las de otros que les precedieron, nos obligan a la gran pregunta: ¿Merece la pena? La exploración, como conquista de los límites del hombre en su conquista de lo imposible, siempre se cobra vidas. El K2 ya es una montaña con fama de asesina en los mejores meses del año, en invierno es simplemente implacable. Las numerosas cordadas dispuestas a conseguir el último gran reto, presagiaban un trágico final. Y así ha sido porque la tragedia ha acudido puntual a la cita una vez más. 

Este corolario de muertes se lleva a los mejores; porque los desaparecidos no eran cualesquiera, sino que representaban a la flor y nata del montañismo occidental. A quien esto escribe se la ha hecho especialmente dolorosa la desaparición de Mingote, un as de las alturas con hazañas tales como una ascensión solitaria por la cara norte del Everest, o el encadenamiento del K2 y el Broad Peak en menos de una semana. Mingote era admirado y querido por todos, lo mismo que su compañero de cordada Juan Pablo Mohr, chileno y otro fenómeno con encadenamientos y ascensiones del mismo nivel. A ellos les acompañaron en el funesto final el búlgaro y ecologista Atanas Skatov, y el héroe pakistaní Alí Sadpara. Con este último, además, se va la esperanza de los guías de Skardu, de los habitantes del Karakorum, de entrar en el cielo que ha acogido a los sherpas del Nepal. Pakistán había decidido apoyarle con un fuerte patrocinio. La tragedia nos hace pensar en que todo ha quedado en nada, en que ha sido inútil tanto sacrificio. Pero unos pocos pensamos diferente: creemos firmemente que estas personas alientan el fuego que nos da esperanza y nos hace emocionarnos con la vida, VIVIR con mayúsculas. Honor a ellos. 

Foto: Sergi Mingote 

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