Este anciano original de Togo asegura que quiere pasar allí los ‘días de vida que le queden’

La historia de Kpomassie es una de esas dignas de ser plasmadas en una sala de cine. Ahora, con una vida a sus espaldas llena de retos y proezas desconocidas, este togolés de casi 81 años de edad ha decidido volver a Groenlandia para disfrutar de su vejez y acabar allí sus días.

Quizás sea ese aura que se respira en los polos, esa sensación de conexión con la tierra que hipnotiza y que lleva al ser humano a apreciar lo verdaderamente importante; el simple hecho de vivir. Quizás esa sea la razón por la que Kpomassie vaya a cambiar París y su desenfrenado ritmo, por la soledad y la naturaleza Groenlandesa. Pero la realidad es que no se trata de un movimiento a ciegas, nuestro intrépido aventurero ya conoce muy bien la tierra que va a convertirse en su casa en tan solo unos días. 

Kpomassie, un pionero sin recursos

Nadie antes lo había hecho, y como siempre ocurre con los grandes aventureros, a Kpomassie fueron sus sueños quienes le llevaron en volandas a esta gran isla norteña. Como contaba para el periódico The Guardian, cuando todavía era un joven adolescente, un libro de Robert Gessain’s titulado Les Esquimaux du Groenland à l’Alaska (Los esquimales de Groenlandia hasta Alaska) se cruzó en su camino. Su interés fue tal, que a sus 23 años de edad decidió marchar de su tierra natal para alcanzar esa desconocida cultura de la que hablaba Gessain. 

Su peregrinaje no fue cualquier cosa. Primero viajó a través de toda la costa oeste de Algeria para finalmente cruzar hasta Europa. Después, Kpomassie se afincó en Dinamarca, desde donde iría hasta Groenlandia (colonia todavía hoy del país danés). 

Los inicios de nuestro explorador por el frío norte fueron cuanto menos curiosos. Esa cultura con la que Kpomassie había fantaseado durante tantos años en sus libros, era ya una realidad. Y es que en la década de los 60, los Inuit todavía tenían una presencia muy importante en toda la isla – a día de hoy la siguen teniendo, pero se entiende que a nivel cultural ya no tiene nada que ver con lo que se respiraba en aquellos tiempos-. El entonces joven togolés contaba lo impresionados que se quedaron los esquimales cuando le conocieron por primera vez exactamente en el año 1965: 

“Me llevó mi tiempo que se acostumbraran,” explicaba, “Me esperaba que nadie hubiese visto un hombre negro antes. Cuando me presenté allí, todos pararon de hablar y se quedaron mirándome. No sabían si era una persona real o si estaba llevando una máscara. Los niños se escondían detrás de sus madres. Algunos lloraban porque pensaban que yo era un espíritu de las montañas”.

Kpomassie vivió allí durante poco más de un año, y en ese tiempo aprendió a cazar, a pescar en el hielo, a florecer la tundra… En definitiva, hizo de Groenlandia su casa con una integración total en las costumbres Inuit, tal y como más tarde otros exploradores también harían.

 

En 1977 quiso compartir su experiencia con el mundo y escribió su primer libro: ‘Un africano en Groenlandia’, consiguiendo premios en toda Francia, además de su traducción a siete idiomas distintos. Ahora, su idea es comenzar con su segundo escrito, esta vez sobre su infancia en Togo, y a diferencia del último, este no lo escribirá en París:

“Tendré un trineo de perros y huskies”, contaba. “Me buscaré una pequeña barca y aquí (Groenlandia) felizmente pasaré el resto de mis días, y finalmente encontraré tiempo para escribir mi segundo libro sobre mi niñez.”

El primer africano de la historia en pisar el Polo Norte volvió hasta tres veces. Y, hoy, cincuenta y siete años después, Kpomassie regresa de nuevo… Pero, esta vez sin billete de vuelta.

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