McAuley fue un alpinista con un gran número de logros en su haber, pero un día decidió lanzarse al mar para realizar travesías extremas junto a su kayak de río al uso
‘Estoy en una situación de emergencia. Estoy en un Kayak a unos 30 km de Milford South. Necesito un rescate (…) Mi Kayak se está hundiendo. He caído al mar y me estoy yendo hundiendo…’ Estas fueron las últimas palabras de Andrew McCauley, quien desapareció en el 9 de febrero del año 2007 a solo 120 km de alcanzar la costa neozelandesa.
McAuley fue un alpinista de renombre que a mediados de los años 90 optó por cambiar la montaña por el mar. Lo hacía de forma ‘low cost’, con un Kayak que albergaba lo justo y necesario para su supervivencia, y tras años de hitos sin parangón, en el 2005 ganó el Premio Aventurero del Año 2005 por la Australian Geographic Society. Pero, llegados a este punto, el kayakista australiano quiso dar un paso más.
A principios del año 2007, Andrew McAuley anunció una de las travesías más insólitas hasta la fecha. Nadie se había si quiera planteado algo similar en ese momento. La idea era cruzar el extremo mar de Tasmania desde la isla sureña hasta Nueva Zelanda en una travesía de casi 2000 km de distancia que McAuley esperaba recorrer en alrededor de un mes. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, nunca pudo llegar a su objetivo.
Una expedición de alto riesgo
Pese a que el currículum de McAuley ha sido siempre un aval más que importante en todas sus travesías, la realidad es que los riesgos que entrañaban este nuevo objetivo estaban por encima de cualquier otra aventura realizada hasta la fecha. El mar de Tasmania es sobradamente conocido por sus extremas condiciones de viento y olas, riesgos que se multiplicaban exponencialmente si lo unimos a una expedición en solitario -sin apoyo aéreo o marítimo- en un Kayak de gama media y un período de aproximadamente tres semanas en alta mar.

Mapa del recorrido desde Tasmania hasta Nueva Zelanda
‘En primer lugar, las temperaturas del mar tasmano son habitualmente bajas. La media que se registra durante el año es de aproximadamente unos 10 grados, y aunque durante el verano es ligeramente mayor, sigue tratándose de un mar generalmente frío. Por otro lado, el mar de fondo que llega a los acantilados de las costas australianas y neozelandesas hacen que en caso de una previsión de tiempo desfavorable, las condiciones sean impracticables. En este contexto, aferrarse a la vida con los pocos recursos que pueden tenerse en un kayak, no es baladí.
McAuley contaba con una embarcación de 6,4 metros de eslora y 62 cm de manga, con un recubrimiento de fibra que le aislaría de las gélidas aguas de Tasmania. De hecho, este aspecto le resultó un verdadero rompecabezas con algunas expediciones fallidas, ya que dormir en el kayak se convertía en un verdadero imposible si el agua se filtraba. Hoy, esta histórica embarcación se encuentra expuesta en el Museo Marítimo Nacional de Australia.
¿Qué le ocurrió a McAuley?
El día ocho de febrero del año 2007, el kayakista australiano le enviaba un mensaje vía satélite a su mujer: “Nos vemos ¡Las 9 am del domingo!”. Lo más duro del camino ya lo había superado, pero el destino quiso jugar sus cartas de la manera más trágica.
Sin tener noticias durante un día entero desde el mensaje enviado, la noche del 9 de febrero McAuley vuelve a ponerse en contacto, pero esta vez con los servicios de emergencia neozelandeses: ‘Estoy en una situación de emergencia. Estoy en un Kayak a unos 30 km de Milford South. Necesito un rescate (…) Mi Kayak se está hundiendo. He caído al mar y me estoy yendo hundiendo…’ Tras aquello, nunca más se supo. Unos días después, prácticamente intacto, los helicópteros de rescate identificaban la embarcación a unos pocos kilómetros de la costa.
Las teorías sobre lo que ocurrió exactamente no son muy concretas, pero a raíz de lo que se encontró -y no se encontró- en el mismo kayak, las autoridades pudieron deducir el desarrollo de los acontecimientos. Aparentemente la embarcación tenía un depósito que en ese momento estaba lleno de 10 litros de agua para desalar, lo cual generaba inestabilidad y eventualmente le hizo volcar. Una vez fuera del kayak, tras varios esfuerzos por recuperarlo sin éxito, McAuley optó por ponerse su traje seco y abandonar a su suerte la embarcación. El principal problema es que en ese proceso se alejó demasiado del kayak, lo cual le dejó sin superficie en la que apoyarse reduciendo considerablemente las posibilidades de supervivencia.
Su historia está inmortalizada en uno de los documentales más impactantes ‘Solo: Lost at sea’, que aglutina imágenes reales de toda la travesía hasta el momento en el que la tragedia tuvo lugar.