El archipiélago de Coiba, en la costa pacífica de Panamá, hoy en día es un Parque Nacional, patrimonio de la humanidad por la UNESCO, pero en el pasado fue el hogar de hábiles pescadores y marineros de los que poco se sabe, por ahora. El proyecto hispano-panameño Arqueomar Coiba busca dar respuesta a uno de los grandes enigmas del istmo mesoamericano.

Arqueomar Coiba es un proyecto auspiciado por la Universidad de Panamá y por la Estación Centífica Coiba AIP, y liderado por Abenr Alberda, arqueólogo subacuático, a quien acompañaron Rita Ramos, investigadora de la Universidad de Panamá, y Carlos Micó, historiador y arqueólogo de la Universidad de Valencia, así como miembro de la Sociedad Geográfica Española.

Los sondeos e investigaciones comenzaron sobre el terreno el pasado mes de marzo, y su misión era encontrar vestigios de la ocupación del archipiélago por parte de pueblos precolombinos antes de la llegada de los europeos, así como probar que se comunicaban con sus vecinos de tierra firme.

John Cabot, en un grabado del S. XIX

Abner Alberda, dirigiendo los trabajos de registro de las estructuras de piedra

Que el archipiélago de Coiba estuvo habitado en el pasado era algo aceptado. En sus playas todavía se conservan restos de estructuras semicirculares, cuya función se presumía que era la de atrapar peces y crustáceos con la subida y la bajada de las mareas, y que el equipo de Arqueomar Coiba considera plausible, tras observar y documentar los restos, algunos de los cuales todavía cumplen su función, pese a los siglos de abandono.

Se han documentado diez de estas estructuras de piedra, formadas por la acumulación de rocas hasta conseguir una suerte de corral. Algunas ya eran conocidas, y otras es la primera vez que quedan registradas. Las más grandes superan los 200 metros de ancho.

“Algunos de los corrales están totalmente bajo el agua tanto en marea alta como en marea baja, mientras que otros están en lo que hoy es tierra firme. Es decir que, debido a los cambios de línea de costa, algunas de estas estructuras dejaron de ser funcionales. Justamente el estudio de los cambios de línea de costa en las islas, para determinar en qué tiempo esta especie de corrales fueron útiles para pescar, es lo que nos puede ayudar a establecer su antigüedad de y confirmar si son prehispánicos o no.”

Abner Alberda

Carlos Micó, arqueólogo y miembro de la SGE, sostiene un trozo de cerámica encontrado durante la investigación del archipiélago de Coiba

El miembro de SGE Carlos Micó, catalogando cerámica

Pero la misión de Arqueomar Coiba va más allá. Los arqueólogos tratarán de comprender los métodos y herramientas de navegación de estos hábiles pescadores, así como sus interacciones con otros nativos del istmo.

“Estamos interesados entre los años 500 y 1000 d.C. y las muestras que hallamos son señales de que había movimiento entre las islas, lo que nos indica que, para hacerlo, debían usar algún tipo de nave, ya sea para pescar, para comerciar o solo para transportarse”

Abner Alberda

La investigación de campo ha dado a los arqueólogos una notable cantidad de materiales, cerámicos y malacológicos (es decir, hechos a partir de conchas de moluscos), con los que empezar a esbozar lo que pudo ser esta cultura hoy desaparecida.

Carlos Micó, miembro de la SGE, durante una de las prospecciones submarinas de la investigación del archipiélago de Coiba

Carlos Micó toma datos durante la primera prospección arqueológica subacuática realizadda en Coiba

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