Los viajes, las expediciones y las aventuras en ocasiones no son más que una excusa para crecer, huir, vivir, sentir, conocerse, reencontrarse, olvidar… Todo depende del propósito que uno lleva, pero con la seguridad de que será el camino en sí mismo el que protagonizará los cambios que se den. En la mayoría de los casos sin preguntar, sin avisar.
Uno de los lugares que ha acogido este sentimiento aventurero en su máxima expresión siempre ha sido la cordillera por excelencia; el Himalaya. Desde los países desarrollados se ha considerado históricamente un reto por alcanzar, únicamente reservado para los más valientes y/o adinerados… Pero, ¿qué ocurre con los otros? ¿Qué ocurre con aquellos que vivieron -y viven- día a día bajo el amparo de los grandes montes? En ocasiones da la sensación de que no hay nada más allá de nuestro estilo de vida, de nuestros objetivos. Pero, solo cuando te esfuerzas en entender, viajar y conocer de primera mano las realidades que otros viven, nuevos mundos pueden abrirse justo enfrente de nuestros ojos. En ese sentido, los Sherpas siempre han estado de lado, al menos desde una perspectiva occidental. Es un hecho, y sin embargo eso nunca ha sido algo que les haya privado de vivir plenamente, sin rencor y transmitiendo un estilo de vida basado en la sencillez, pero al mismo tiempo rico como el que más. Y es que conviene no olvidar que a veces no conseguir ‘el gran reto’, puede ser un maravilloso golpe de suerte.
Xiana Siccardi es una periodista de Barcelona, nacida en las comodidades del mal llamado ‘primer mundo’. Una persona de ‘éxito’, colaboradora en periódicos de gran calado, subdirectora en el programa de televisión ‘Al rincón de pensar’ -presentado por Risto Mejide-, profesora, etc. Pero, por encima de todo, es una persona que buscaba encontrarse así misma, una aventurera que sin escalar grandes cimas ni realizar esfuerzos físicos inhumanos se lanzó a la más incierta de las expediciones; conocerse. Una travesía llena de preguntas, a veces con respuestas que podrían no gustar. Pero también una travesía de experiencias y compañeros de viaje como Lapka, que bajo el paraguas de su experiencia y su cultura sherpa le demostró a esta joven intrépida que ver la vida con otros ojos no era una posibilidad, sino más bien una elección.
De Barcelona a Nepal en busca del techo del mundo
Siccardi nunca ha sido una gran alpinista, ni si quiera una alpinista a secas. Simplemente es una persona con preguntas que, tras estar en la rueda del día a día decidió salir para enfrentarse a lo ‘importante’, y dejar de lado ‘lo urgente’:
“En el año 2017 decido hacer un viaje sola para pensar en quién me había convertido en los últimos diez años, en los que no había tenido tiempo para pensar (…) Estamos siempre con lo urgente, pero no con lo importante. Por eso decidí hacer un viaje en solitario con el objetivo de llegar al campo base del Everest”, contaba en exclusiva para ruteon.com.
De vivir en la ciudad condal a enfrentarse a una expedición de aproximadamente dos semanas y unos 60 km hacia el campo base de la montaña más alta del planeta. Pero, lejos de obsesionarse con ‘el objetivo’, nuestra viajera se topó con un camino lleno de dificultades y aprendizajes, un camino que le llevó a conocer en profundidad una cultura que hasta ese momento nunca había podido tocar y ver con sus propios ojos; la cultura sherpa.

Un porteador descansa de camino al Everest (foto Xiana Siccardi)
Esos alpinistas de primer nivel desconocidos que en muchos casos ni si quiera los encontramos en las fotos de las grandes ascensiones, pero que están… Siempre están. Detrás de las expediciones más memorables y duras siempre ha habido un sherpa que desde la sombra y el respeto a la montaña ha cumplido con su cometido. En ese proceso, los caminos de Xiana y Lapka Sherpa se cruzaron para forjar una gran amistad que llevó a ambos a un crecimiento personal y espiritual admirable.
Lapka Nuru, un sherpa con el don de cambiar vidas
Como hemos comentado, Xiana viene de una vida que podríamos considerar ‘normal’ para alguien occidental. Una experiencia vital con comodidades, preocupaciones, posesiones… Sin embargo, en su viaje hacia la nada se encontró con una cultura y unas tradiciones que quedaban muy lejos de aquello que ella había vivido durante años. De un país de mayoría cristiana, a otro de mayoría budista. Una religión en la que la naturaleza y deidad conectan al 100%. Esto era algo que siempre llamó la atención de nuestra protagonista, y esa forma de vida se vio plasmada en su gran amigo Lapka Nuru, una persona que ha tocado el techo del mundo (cima del Everest) hasta tres veces, pero que mientras tanto vivió y trabajó para su familia desde los 14 años. Una lucha por una vida digna, plena y llena de paz. La familia de Lapka, como la mayoría de locales vivía de la agricultura. Su casa estaba hecha de piedra, con una pequeña hoguera que calentaba toda la morada. De alguna forma, la montaña y la naturaleza siempre había estado ligado a un estilo de vida que Xiana comenzó a entender, a afrontar sin caretas ‘lo verdaderamente importante’:
“Si tú te vas un tiempo, solo, con una serie de limitaciones. La cosa cambia. Yo creo que en la montaña hay tres fases: los primeros días es el dolor físico. No descansas bien, haces muchos kilómetros… Luego llega el dolor psíquico, que es el verdadero viaje. Cuando llevas muchos días sin cobertura, fuera de tu contexto, comienzan a llegarte las preguntas. Preguntas que estás obligado a contestar y analizar. Básicamente tienes tiempo para pensar, y entonces llegas a conclusiones nuevas. Es un viaje interior muy fuerte. Y la tercera fase, después de todo, llega una sensación de calma, de relajación, de satisfacción… Te has liberado, y estás exhausto, pero actualizado”.
En este contexto, Xiana junto Lapka, quien a día de hoy trabaja como guía de montaña, decide embarcarse en una expedición de más de un mes hacia el Mera Peak, un monte de 6,476 m de altura lleno de peligros, animales salvajes, temperaturas extremas… En definitiva, el Himalaya en estado puro. Un viaje en el que no encuentran signo de humanidad, pero que les ayuda a indagar y conocer mejor una cultura basada en el respeto absoluto hacia la naturaleza… Todo acoge el favor y cuidado de los dioses, por lo que castigar esos bosques y ríos significaría castigar a las deidades que los cuidan.

Una monja budista en katmandú (foto: Xiana Siccardi)
Este cambio interior lleva a Xiana a escribir un libro junto a Lapka que bautizarían como ‘Sherpas, la otra historia del Himalaya’, una pieza en la que se llega a lo más profundo del ser poniendo como eje simbólico y pivotante la figura del sherpa, castigada y desconocida, pero fascinante, rica culturalmente, y llena de respeto hacia esos montes que muchos consideramos como objetivos, e incluso en ocasiones amenazas, pero que en realidad no son más que los compañeros de un viaje repleto de incógnitas, riesgos y momentos de conexión pura con lo más básico. Tal y como nos contaba la coautora del libro, ahora la industria turística está cambiando de alguna forma esta aproximación tradicional a la montaña, y con ello algunos factores del país que se traduce en esperanza para algunos, y decepción para otros.
Gracias al aumento del turismo muchos niños y niñas pueden optar a recursos que hasta ahora eran verdaderos imposibles para las familias nepalíes. Pero, las sombras también se ciernen sobre una de las atracciones más importantes; el ascenso al Everest. Es un hecho que a día de hoy para muchos alpinistas aficionados este monte se ha convertido en un reto, nada más que eso. Un reto que con dinero es accesible -o al menos eso creemos- para ‘cualquiera’. Pero, la realidad, es muy distinta. Lapka estuvo presente el día después de que Nimsdai hiciese la famosa foto del atasco a pocos metros de la cima. Un atasco que se prolongó y que provocó que el joven alpinista nepalí estuviese al borde de la muerte. Y no hablamos de un principiante…
Además de sus tres ascensos a la cima del mundo, Lapka intentó un ascenso Manaslu (8163 m) en el año 2017, quedándose a 200 metros de la cima. El mal tiempo congeló sus pies provocándoles un color azul que hizo que tanto él como su cliente tuvieran que abandonar. Además, también ha coronado el imponente Mera Peak y Chulu West Peak. Pero, los retos se convierten en algo secundario para alguien como él cuando la vida está en juego:
‘El mejor momento de mis expediciones en la montaña es cuando vuelvo a casa sano y salvo. Eso es lo más importante’.

Lapka sonríe en la cima del Everest (foto: Xiana Siccardi)
Unas declaraciones que dan que pensar. No se trata de alcanzar la cima, se trata de volver para poder compartirlo con los tuyos. Y aunque esta visión parezca muy obvia, es menos habitual de lo que parece en un ambiente de competitividad desmedida, no solo en el alpinismo, sino también en nuestro día a día. Cegados por los objetivos muchos escaladores han puesto sistemáticamente en peligro sus vidas y a veces las de aquellos que les acompañan, y en realidad no se les puede culpar ya que quizás no haya algo tan occidental como el clásico ‘consigo todo lo que me propongo’. En ocasiones no hacerlo puede significar un éxito, y es que el fracaso tiene un significado muy distinto en la cultura tibetana.
Una cultura llena de paz: ‘¿Por qué los occidentales sois tan tristes?’
La conexión con la naturaleza, el aprecio a la sencillez, a las cosas que damos por sentado, pero que cuando las piensas y las vives te das cuenta del verdadero valor que tienen. Los sherpas, tal y como explican Xiana y Lapka en su libro, siempre han aplicado estos principios en la superación de un miedo que a veces los occidentales tenemos infundado de base, pero que en realidad no existe. La clave está en mantener un equilibrio entre el gozo, la confianza y la exposición al riesgo.
Xiana explicaba que en una de sus primeras expediciones junto a Lapka atravesaron una zona frecuentada por osos. Ella generó un miedo que le impidió vivir el momento como su compañero de viaje hacía, en definitiva un terror infundado le privó de vivir el presente. Este aprendizaje se saldó con una reflexión de Lapka que quizás hoy también sea válida si la aplicamos a la incertidumbre generada por ejemplo, por el Covid:
‘Xiana, ¿te has dado cuenta de que has estado tres días perdiendote los bosques y paisajes que hemos atravesado por algo que ni siquiera ha sucedido?’, le dijo. Fue cuando Lapka le llevó a conclusiones rompedoras, conclusiones con la capacidad de abrir nuevos mundos: “Ahí aprendí que el miedo es el oso que nunca aparece. Vi que más que preocuparse de las cosas, hay que ocuparse y no dejar que los miedos nos deboren. Tenemos que intentar que eso no nos paralice.” Y es que en ocasiones no viene mal recordar que la vida no es mañana, ni dentro de un año; la vida es aquí y ahora. Esto es algo que la joven periodista nunca se ha quitado de la cabeza. De hecho, una de las cosas que más le impactó a Lapka en su visita a Barcelona fue la ‘tristeza’ occidental, la soledad en la que a veces nos empeñamos en vivir: ‘¿Xiana, por qué los sois tan tristes?’

Lapka junto a su madre en la cocina de su casa (foto: Xiana Siccardi)
Como ella mismo nos contaba, su gran amigo nepalí vivía en una casa de piedra, sin calefacción, con pocos recursos, pero aún así la felicidad que él transmitía -y transmite- es única. No solo él, también toda su familia y amigos. Un ambiente que llevó a una chica de ciudad a reconectar con los elementos más básicos: “Las banderas de oración tibetanas son cinco colores y cada una representa a un elemento de la naturaleza. En casa de Napka las tenían colgadas (…) cuando veía como su madre las miraba, cómo observaba el horizonte, cómo trabajaba los huertos… Vi que ella era una señora sabia de verdad, y tenía que aprender todo lo posible de esa señora”.
Lapka, como muchos de sus amigos y familiares en Nepal ha tenido que ver la cara más cruel de la montaña y la vida. Clientes que por accidentes inesperados se quedan sin dedos, terremotos que acaban con la vida de muchos de sus compañeros, edemas pulmonares que le han puesto en el fino hilo que separa la vida de la muerte… Pero, sin embargo, cuando le preguntamos qué es lo que cree que más le impactó de nuestra cultura, contesta: ‘Todas las tradiciones son respetables, no son ni mejores ni peores, pero sí que me pareció raro la frialdad con la que os tratáis. A veces habláis con un conocido como si fuera un desconocido, es como si no tuvierais confianza en las personas… Avisáis o pedís cita para visitar a un familiar o a un amigo… Nosotros no. Si queremos visitar a nuestra madre o un amigo, vamos y lo visitamos. No le decimos que vamos a ir.» Las malas experiencias no le han apartado de su vida, de lo que le hace feliz. De ser cariñoso con sus amigos y familiares, de confiar plenamente en las personas.
Y es que a veces damos por hecho que los nepalíes, y especialmente los Sherpas, son seres solitarios que viven por y para las montañas. Pero, nada más lejos de la realidad. Lapka simboliza una cultura y unas gentes que por encima de cualquier cosa priorizan el respeto, el cariño, la cercanía y la puesta en valor de que de verdad importa. Y si algo hemos podido sacar en claro tras nuestra conversación con ambos es que lo importante está ocurriendo… ¡Ahora! Y es nuestra elección sufrirlo, o simplemente vivirlo.